NOS DESPEDIMOS DEL VERANO
Bajo
la dura estación por el sol encendida languidece
el hombre,
languidece el rebaño y arde el pino;
suelta el cuco la voz y, apenas percibida,
cantan la tortolilla y el jilguero.
Expira el dulce céfiro, pero la contienda
mueve bóreas, de improviso, a su vecino;
y llora el pastorcillo, porque, intranquilo,
teme a la fiera borrasca, y a su destino.
Roba el reposo a los cansados miembros
el temor de los relámpagos, los fieros truenos
y la furiosa bandada de moscas y mosquitos.
¡Ah! Demasiado ciertos son sus temores;
truena y relampaguea el cielo que, con su pedrisco,
trunca la cabeza de las espigas y de los granos altivos.
languidece el rebaño y arde el pino;
suelta el cuco la voz y, apenas percibida,
cantan la tortolilla y el jilguero.
Expira el dulce céfiro, pero la contienda
mueve bóreas, de improviso, a su vecino;
y llora el pastorcillo, porque, intranquilo,
teme a la fiera borrasca, y a su destino.
Roba el reposo a los cansados miembros
el temor de los relámpagos, los fieros truenos
y la furiosa bandada de moscas y mosquitos.
¡Ah! Demasiado ciertos son sus temores;
truena y relampaguea el cielo que, con su pedrisco,
trunca la cabeza de las espigas y de los granos altivos.
Este
poema, en forma de soneto, sirvió de
inspiración a Antonio Vivaldi para su concierto de “El Verano”
uno de los cuatro que forman la colección de “Las Cuatro
Estaciones”. Aunque desconocemos a su autor, algunos estudiosos aseguran que fue el propio Vivaldi quien los escribió.
En
estos conciertos Vivaldi realiza mucho más que una descripción de
la naturaleza, pues fue capaz de captar las sensaciones y
sentimientos que esta nos provoca.
Las
Cuatro Estaciones están compuestas para orquesta de cuerda, en tres
movimientos: rápido-lento-rápido. Y a cada concierto lo precede un
poema cuyo tema está relacionado con cada estación..
EN
LOS TIEMPOS DE VIVALDI...
“Il
Prette Rosso”- el cura rojo-, así llamado porque era pelirrojo,
vivió en la ciudad de Venecia, por la que paseó su genio musical a
finales del siglo XVII y en la primera mitad del XVIII, en la plenitud de la “época barroca”.
Por aquel entonces Venecia era todavía una ciudad en auge, llena de suntuosos y lujosos palacios, en los que la nobleza acostumbraba a dar lujosas fiestas, especialmente en la época del Carnaval. La prosperidad de la ciudad favoreció a muchos artistas: pintores, escultores, músicos, poetas... que desarrollaran en ella una importante labor artística.
Por aquel entonces Venecia era todavía una ciudad en auge, llena de suntuosos y lujosos palacios, en los que la nobleza acostumbraba a dar lujosas fiestas, especialmente en la época del Carnaval. La prosperidad de la ciudad favoreció a muchos artistas: pintores, escultores, músicos, poetas... que desarrollaran en ella una importante labor artística.
En
este ambiente, Antonio Vivaldi dedicó su vida por entero a la
música, no sólo como compositor y virtuoso violinista, sino que
también ejerció de profesor del Ospedale de la Pietá, uno de los
hospicios de la ciudad que acogía a niñas huérfanas a las que
enseñaba música y con las que fundó una orquesta que se hizo muy
famosa. También fue empresario musical, patrocinando tanto sus obras como las de otros
compositores. Además escribió libros para la formación musical, y
es en una de ellas “La lucha de la armonía y de la invención”
, una colección de 12 conciertos para violín, entre los que se
encuentran “Las Cuatro Estaciones”.
Aunque
lo esperado de un sacerdote hubiera sido que compusiera música
religiosa, esta obra es de carácter profano, como la mayoría de sus
composiciones y se ha convertido en una de las más conocidas y
escuchadas de todos los tiempos.
CURIOSO...
DOSCIENTOS AÑOS DE OLVIDO!!!
Vivaldi
muere en Viena en 1741 a los 63 años. La última etapa de su vida la dedicó a
trabajar por encargo de ricos clientes y mecenas entre
los destaca el príncipe de Mantua. Luego viajó por Europa para
supervisar y dirigir los estrenos de sus óperas y en 1740 se
traslada a Viena donde, al año siguiente, murió totalmente
arruinado. Quizás fuera esta la razón por la que cayera en el
olvido. Un olvido muy injusto porque ni siquiera lo nombran en los
libros de música de la época.
Las
primeras partituras originales de Vivaldi se descubren en las
Bibliotecas de Dresde y Lunds en el siglo XIX pero es a comienzos del
siglo XX cuando se empiezan a estudiar e invertigar sus obras con los
trabajos de famosos musicólogos.
En
1926, el musicólogo Alberto Gentili, fue contratado por un
monasterio del Piamonte para catalogar obras musicales que estaban en
sus archivos y allí descubrió catorce volúmenes de música de
Vivaldi, la mayor parte desconocida, que incluían más de cien
conciertos, doce óperas, veintinueve cantatas y un oratorio
completo. A partir de este hallazgo se siguió investigando y
encontraron varias colecciones privadas que actualmente se encuentran
en la Biblioteca Nacional de Turín.
Así
pues, desde el siglo XVIII hasta el siglo XX, nadie había vuelto a
interpretar ni escuchar sus obras... ¡Doscientos años de olvido!!!
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