Música
Camarón, el dios gitano
José Monge Cruz, «el artista más grande que ha dado el flamenco» según Paco de Lucía, moría hoy hace 20 años. «Parece que fue ayer. De él no se olvidan, ni creo que se olviden», nos cuenta su viuda, Dolores Montoya
Día 06/07/2012 - 16.53h
«Dense cuenta que estamo viviendo una vida mundiana que no merese la pena vivir. Porque es mui bonita la vida y tu ties que fortalecerte y tener clonpleta fes en Dios y en ustedes mismo. Con simpatía y cariño. De este que lla es libre» [sic]. Esta nota manuscrita aparecía, hace hoy 20 años, en la habitación de Camarón en el hospital Germans Tries i Pujol de Santa Coloma de Gramanet, pocos minutos después de morir por un cáncer de pulmón.
El gran José Monge Cruz decía adiós al mundo a mil kilómetros de su isla, San Fernando (Cádiz), donde había nacido 41 años antes entre el yunque, la fragua y las siguiriyas y soleás de su padre, Juan Luis. «Después de 20 años parece que fue ayer, hijo. De él no se olvidan, la verdad, ni creo yo que se olviden... está presente en todo mundo. Imagínate la de gente que le escucha», cuenta a ABC su viuda, Dolores Montoya, la «Chispa», desde la pequeña lencería que regenta en la calle Aurora de La Línea de la Concepción, ajena a los cientos de millones de euros que aún mueve la vida y obra del que fue su marido. «De todo el dinero que genera Camarón, yo de eso tengo muy poco. Todo para las compañías», reconoce, antes de interrumpir. «Espera, cariño, que entran dos señoras». El negocio es el negocio.
A estas alturas poco hay que no se sepa del mayor genio que ha dado el cante, del hombre que vivió con más intensidad de la que pudo soportar. Sus inicios en la Venta Vargas, cuando apenas levantaba dos palmos del suelo y se metía en la cocina para coger algo de pescadito frito. Su admiración por Manolo Caracol, que iba a su casa cuando era un niño para escuchar a su padre al compás del yunque. Sus andanzas con Paco de Lucía, con el que formó la mejor dupla creativa de la historia del flamenco. O su maldita adicción a la cocaína, heroína y, sobre todo, al tabaco.
La llegada del «Mesías»
La «Chispa», que tiene ahora 52 años, podía haberse hecho de oro contando por los platós de televisión todas estas intimidades y miserias del genio para mantener a sus cuatro hijos, pero igual que le ocurría al Camarón, esas cosas no iban con ella. «No puedo, no me gusta. Han tardado dos años en convencerme para hacer el libro. Y, sin embargo, mire cuantos hicieron y hacen dinero con el mito. A mí me ofrecen cintas de él por dineros que no tengo», confesaba en 2008, y sigue insistiendo ahora: «Mira, yo, por favor, esa faceta de las drogas no quiero comentarla. Y si no lo tocas tú, mejor. Son cosas privadas, ¿tú me entiendes?».
Dolores prefiere que se le recuerde como al genio que fue. El hombre que, sin apenas saber leer ni escribir, y criado prácticamente en la calle, se adelantó varios años a su época para cambiar el flamenco para siempre. «Camarón fue un revolucionario», dijo Paco de Lucía de él, quien contó hace tiempo que cuando le escuchó por primera vez a los 16 o 17 años, después incluso de una larga noche de juerga, ni se lo creía: «Yo no había visto a nadie cantar así. Para mí aquello era como la llegada del Mesías».
«El flamenco es patrimonio de la humanidad y yo creo que él ha tenido una gran parte de responsabilidad en eso», asegura Dolores, preparada para el aluvión de homenajes que le esperan. «Imagínate cómo estoy viviendo estos días. Lo estoy llevando lo mejor que puedo. Es cierto que el dolor es menos con los años. El tiempo se encarga de ir curando la herida, claro, pero la cicatriz no se quita».
Una cicatriz que se abierto cada poco tiempo a lo largo de los años con nuevos documentales, reportajes, homenajes, reediciones de sus discos, propuestas de musicales, mausoleos en San Fernando o la misma película de Jaime Chávarri sobre la vida del cantaor, y por la que de nuevo su familia no recibió «ni un céntimo», según Dolores.
«No nacerá otro como él»
Fue quizá lo que dijeron de él aquellos que estuvieron a su lado lo que mejor describió su arte. El pintor Miquel Barceló, autor de la portada de su último disco, «Potro de rabia y miel» (1992), declaró: «No conocer a Camarón es como no conocer a Picasso. Era capaz de cantar la lotería y ser sublime». Antes de morir, Enrique Morente aseguró que «no nacerá nadie como él». «Era un genio. Me llenaba de inspiración estar con él. Los mejores momentos de mi vida los he pasado con Camarón», recordaba Paco de Lucía. Y muchos paisanos se referían a él como «el Dios de los gitanos».
«El era consciente de lo especial que era, sabía que tenía un arte único, y la gente también lo sabía. Lo que pasa es que a la vez era una persona muy normal. Un mito que cuando dejaba de trabajar era una persona corriente», cuenta la «Chispa».
Tan corriente, libre y desapegado de la parafernalia como para decir cosas como las siguientes: «El flamenco no tiene más que una escuela, transmitir y no transmitir»; «en la música también va el comercio, ¿me entiendes?, ahí va ya toda la mafia, todo el lío, que yo de eso me aparto, no quiero saber nada. Sólo es producto para ellos»; «cuando hago un disco no pienso en lo que van a decir, porque yo sé que de momento no lo van a comprender»; «los críticos no dan su brazo a torcer, pero a mí me da igual. Yo paso de eso»; «yo no quiero llaves de la ciudad ni nada. Yo lo que quiero es un plato de habichuelas con arroz y ya está. Si me la dan la pongo en juego, como los boxeadores», o «¿yo, rico? No, yo soy rico gracias a Dios en vivir cómodo y vivir como me gusta. Ahora a lo mejor tengo para un helado y antes a lo mejor tenía que “randarlo”».
Así era el genio que se fue hace hoy dos décadas. El cantaor que se fue para quedarse para siempre, tal y como gritaba un gitano el día de su entierro: «Su espíritu vagará por la isla para toda la eternidad».